miércoles, 9 de enero de 2013

30.000 personas viven en Navarra en situación de pobreza

Distintas entidades sociales de la Comunidad foral llevan tiempo advirtiéndolo. La crisis se está prolongando ya demasiado tiempo y para colmo "las políticas sociales han experimentado un recorte sustantivo que pone en peligro el sistema público de protección social". Lo denunció, por ejemplo, la Plataforma de Entidades Sociales de Navarra en noviembre de 2012, con un informe que se entregó a los distintos grupos parlamentarios. En este documento dichas organizaciones, más de 200 en total que trabajan con colectivos excluídos, discapacitados, etc., mostraban su preocupación ante la coyuntura actual. En el informe explicaban que el Anteproyecto de Presupuestos Generales presentado por el Gobierno de Navarra para el 2013 golpea el sistema público de protección social. De hecho, denunciaron que alrededor de 30.000 personas viven actualmente en Navarra en situación de exclusión o extrema pobreza. Ante este desalentador panorama y con el objetivo de poner rostro a la exclusión, un periodista se apostó el jueves frente a los contenedores de basura de dos zonas distantes, una en Pamplona y otra en Villava, y retrató lo sucedido en un periodo de tiempo: una hora en el primer punto y treinta minutos en el segundo. Los lugares se eligieron al azar. Como primer escenario, se seleccionó el Polígono Agustinos, concretamente una gran superficie de alimentación. La hora, las nueve y media de la mañana. El tiempo empleado, alrededor de una hora. En esos 60 minutos se detectó la presencia de cinco personas: cuatro ancianos y uno más joven de 28 años. Dos en bicicleta; y otros dos en coche. El más joven, que tiraba de un carrito de la compra rojo, se desplazaba a pie. En varias ocasiones coincidieron en el mismo recipiente de basura, lo que les permitió ayudarse para inclinarlo y rebuscar más cómodamente: la mayor parte de lo vertido era pescado, verdura y fruta. A LA VUELTA, LA ESPERANZA Morad, el más joven de las cinco personas, de origen marroquí, relataba el jueves que se había levantado muy temprano para aprovechar una jornada que amaneció soleada y con cierzo. Morad lleva tres meses dando vueltas en la calle. Sobrevive buscando chatarra y todo lo que encuentra en la basura. "Vivo en casa de mi hermano, con siete personas más. Todo lo que se aporte en casa es poco", expresaba mientras encendía un cigarrillo. Morad no recibe ningún ingreso. Su último trabajo fue hace dos años, durante la recogida de la aceituna en Valdepeñas (Ciudad Real). Desde entonces no ha encontrado nada. En un buen castellano, explicaba que al estar en casa de su hermano mayor, no recibe ningún subsidio. "Me lo han denegado siempre", lamentaba. Morad llegó a Pamplona en 1999. Tenía 14 años. Lo hizo de la mano de su madre y sus hermanos. Su padre, ya jubilado, vino a Pamplona en 1985 para trabajar en la construcción. Con los papeles de residencia en orden y la cabeza más asentada después de haber hecho "muchas tonterías" de más joven por culpa del alcohol -reconocía-, pedía una oportunidad. "Necesito reinsertarme en el trabajo. La vida pasa muy rápido. Por favor...", suplicaba. Morad estudió soldadura en varias escuelas-taller y posee los papeles de residencia desde 2009. Confiesa que no ha perdido la esperanza. " La esperanza es como un pan horneado que se puede conseguir a la vuelta de la esquina". A las diez y media, arrastrando el carrito de la compra aún vacío, se alejó a buen paso en dirección hacia el centro. "Necesito ir a la Cruz Roja para conseguir calzado y calcetines", declaraba con gesto cansado. "Al final del día terminas física y psicológicamente agotado. Es muy duro. Muy duro...". El joven se despidió estirando el brazo y ofreciendo la muñeca. "No le doy la mano porque dentro de la basura puedes coger cualquier enfermedad...". ALIMENTOS CADUCADOS... En el segundo polígono industrial, éste en Villava, el tiempo empleado fue de 30 minutos (entre las 11 y 11.30 horas de la mañana). Se contabilizaron siete personas: cinco hombres y dos mujeres. Todos extranjeros. En una de las basuras, Leonel Dosantos, de 27 años, acompañado de otras tres personas, sacaba del fondo unas bandejas de filetes de lomo adobado, dos pollos envasados, lomos de bacalao, y una bolsa de magdalenas y cruasanes. A Dosantos se le acabó la renta básica en el mes de junio y no recibe ninguna ayuda económica. Asegura que llegó a trabajar de auxiliar en una empresa de seguridad en Mallorca. Fue al venir a Pamplona cuando todo a su alrededor se "derrumbó". En la actualidad vive con su mujer, diabética, en un piso por el que paga 600 euros al mes de alquiler. "No suelo venir todos los días, pero hoy no tenía carne en casa...". El resto de personas que le acompañaban se alejaron de inmediato al ver la cámara. "Por favor, nos da mucha vergüenza vernos así". Muy cerca, una mujer de unos 50 años, de nacionalidad rumana, se quejaba amargamente. "¡Los contenedores los han rociado con cloro!. En ese momento, el motor de un camión de la basura silenciaba su quejido. "¡Deprimente! ¡Es muy deprimente. Hay mucha gente buscando...!", profería uno de los operarios mientras descendía del vehículo. Enseguida llegaron dos furgonetas con dos hombres de mediana edad. Los dos se acercaron a los contenedores, pero ya estaban vacíos.